lunes, 29 de julio de 2013

REVISTA MENUDOS CORAZONES Nº 25


Rincón Artístico

“VIENTO CONTRA MAR”

Ahora mismo la brisa marina me golpea suavemente, el viento mece mi pelo con suavidad y una suave brisa sonroja mis mejillas, si alzo la mirada puedo ver a mi amor furioso.

El mar, el mar tan inmenso y lleno de colores, de tantos y tantos colores, millones de tonos azules, turquesas e incluso algún verde y esa espuma blanca que muestra su furia, porqué hoy está enfurecido cuál es el motivo, lo desconozco pero la bandera amarilla indica que al mar no esta hoy para bromas.

Batalla con el viento quizás, porque el viento le golpea, como a mí ahora mismo, agitando las hojas de este diario, como si el viento estuviera celoso de que escribiera sobre el mar, y quiera ser protagonista.

Hoy en mi refugio, la Barquera, en esa pequeña casa, que me permite estar cerca de mi gran amor, el mar, el mar que suavemente manda unas gotas en su brisa invitándome a que me bañe en él, a que sea él quien me envuelva, quien me acaricie y el viento así deje de golpearme y sonrojarme.

El viento golpea fuerte, pero es agradable estar aquí igualmente, ver las palmeras moverse, al son que el viento canta, y al mar luchando por ser protagonista, con su sonido que parece ser una suave nana susurrada al oído,

El mar y el viento, en un día como hoy enfrentados, por ser dueños, por ser protagonistas, de unas líneas de un diario, de un sentir en un corazón, Si escuchas con atención, puedes oír como combaten, como conversan, cómo el mar se agita con mas fuerza, creando espuma pura y blanca, olas cada vez más poderosas que gana terreno a la arena.

Y el viento golpea en dirección contraria, pero el mar agita sus olas en la dirección que el viento sopla, buscando la paz, dejándose llevar, creando su propia brisa, a partir del soplo poderoso del viento.

  


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domingo, 14 de julio de 2013

REVISTA MENUDOS CORAZONES Nº 26

Para escribir este cuento, me inspiré en este vídeo, que me recordó, aquella historia que mi madre me contaba, sobre la estrella más brillante. Le agradezco cada día que me enseñara a tener valor para seguir mi estrella y valorar mi luz.


Rincón Artístico

“La estrella más brillante”

Érase una vez, una pequeña niña de grandes ojos azules y de cabello oscuro, a la que le gustaba mucho jugar con sus amigas y amigos. Su juego favorito era el escondite, se pasaba la mayor parte del tiempo parando, ya que, cuando le tocaba esconderse, buscaba un escondite cercano, debido a que se cansaba cuando corría grandes distancias. Pero no le importaba perder. Sus amigos solían buscar escondites muy originales: entre árboles, tras los coches aparcados, incluso algunos de ellos se intercambiaban las chaquetas intentando hacer trampas… Todos aquellos pequeños detalles la hacían reír y disfrutar del juego.

Hasta que un día llegó una niña nueva a la pandilla y no paró de meterse con ella porque perdía, insistiéndole para que buscara un escondite lejano. Ante aquellas palabras, la niña empezó a sentirse triste, pero, a pesar de ello, siguió jugando. Finalmente, ante la insistencia de la recién llegada, la niña aceptó esconderse en el parque, lejos de la meta. Aquella vez no perdió, pero llegó a la meta tan agotada que tuvo que dejar de jugar y volver a casa.

Mientras volvía a su casa, la tristeza crecía y empezó a llorar. Cuando cruzó la puerta, mucho antes de lo habitual, su madre se acercó a la niña y le preguntó: 

-¿Por qué lloras hija?

La niña explicó a su madre lo sucedido con la niña nueva y el juego del escondite. No podía parar de llorar y de repetir que era distinta a los demás niños y niñas y que se sentía sola.

Su madre la cogió de la mano y, sin decir nada, salieron al balcón de su pequeña casa. Frente a ellas brillaba una estrella, era la estrella más brillante de todo el cielo, pero parecía encontrarse sola, no se veían otras estrellas a su alrededor.

La madre sacó un pañuelo blanco y suave de su bolsillo y secó las lágrimas de su hija. Cogió con firmeza y dulzura la barbilla de la niña y alzó su cabeza, al mismo tiempo que señalaba aquella estrella.




-¿Ves esa estrella?, preguntó la madre a su hija, con una sonrisa en los labios.

-Sí, es muy bonita y brilla mucho, respondió la niña con gran curiosidad.

-Esa estrella eres tú, dijo la madre muy convencida.

-Pero mamá, esa estrella está muy sola.

-No está sola, sólo que brilla con tanta fuerza, que las demás estrellas no se pueden ver, pero aunque no las podamos ver, están ahí.

-¿De verdad tengo tanta luz?, dijo la niña secándose las pocas lágrimas que aún brotaban de sus ojos y empezando a sonreír.

-Tienes tanta, que algunas personas se asustan. Pero otras, te querrán precisamente por tu luz. Nunca dejes de ser tú, mi niña. Tú vales mucho.

-Gracias mamá. Te quiero. La niña besó y dio un fuerte abrazo a su madre.

Desde aquel día, cuando se sentía triste, la madre la acompañaba al balcón para que pudiera ver la estrella y recordara su luz.

Poco a poco, la niña fue creciendo. Y aprendió a ir sola al balcón en busca de su estrella. Con el tiempo le bastaba con mirar al cielo, se encontrara donde se encontrara, siempre encontraba su estrella, que le recordaba su luz.

Esa niña, hoy es ya una mujer y, gracias a esa historia, nunca olvidará que su estrella sigue brillando en el cielo guiando su camino.
                                  

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