miércoles, 3 de octubre de 2012

Mi primer diario

Tenía tan solo 11 años cuando mi mejor amiga me regaló mi primer diario, y ahora tengo una docena de ellos archivados, numerados y perfectamente guardados en una estantería

Escribir siempre fue mi pasión y con aquél, mi primer diario, comencé un romance secreto con las palabras. Mis diarios se convirtieron durante años en un refugio perfecto, en un compañero ideal, en un secreto a gritos. En ellos escribía todo lo que mi voz no se atrevía a expresar. Pero poco a poco mi voz fue cogiendo fuerza y ganando necesidad de ser oída, de llegar a otros.

Mi voz hoy día es aún débil, pero el bolígrafo se ha convertido en una espada con la que defender las palabras, con las que expresar todo lo que he callado durante años, todo lo que de alguna manera me ha avergonzado pensar, sentir o ser. Hoy ya no me avergüenzo, hoy me responsabilizo de mi voz y con mi espada la muestro con orgullo.

Escribir fue y es un refugio, una manera poderosa de oírme a mi misma, de obligarme a dialogar conmigo, y sobretodo a escucharme.

Normalmente escribir me ayuda a contactar conmigo, con mis sentimientos, a llegar a reír, a recordar quien soy e incluso a combatir el insomnio, ya sea provocado por el calor o por los nervios de poder expresar con libertad todo lo que callo durante el día.


Mis diarios hoy día siguen siendo mi guía, tenerlos es mi mayor tesoro, releerlos me da fuerza para seguir, me permite encontrar la salida, me recuerda que he superado peores situaciones, que he sido fuerte y que lo sigo siendo, que cuando caigo me levanto, y que por mucho que llore, siempre lucho.




Qué mejor que empezar mi historia cuando yo misma empecé a narrarla de forma secreta a mis once años. Es maravilloso ver que los años no consiguen cambiar ciertas cosas, e igual de maravilloso descubrir que afortunadamente se puede cambiar de idea con los años, que se evoluciona.
Así que allá vamos, mi primer diario, mis once años, esas maravillosas fiestas de cumpleaños, llenas de vida, de diversión, de color, y de buena compañía. 
Cuando recuerdo esas fiestas de cumpleaños, aun me traslado a ellas. Si cierro los ojos, puedo ver la terraza de mis padres adornada con globos de colores, el bonito cartel que me preparaba mi hermano para felicitarme, incluso me parece poder oír a mi pobre perro ladrando, y algunos de mis amigos gritar de emoción. 

Yo estaba de los nervios antes de empezar la fiesta, y quería que todo estuviera perfecto. Algunos compañeros impacientes llegaban una hora antes. Era la fiesta más multitudinaria de toda la clase, si éramos 25 en clase, pues 20 venían seguro. 

Cuando recuerdo aquellos momentos, los siento como si lo volviera a vivir, claro que las cintas de video ayudan a recordarlos.

Yo en aquellos entonces, era rebelde, tenia mucho carácter y no paraba jamás quieta, era incapaz. Era sobretodo inquieta, aunque muy tímida. Mis compañeros de clase me querían mucho, tenía complejo de mama y cuidaba de ellos. Siempre he cuidado mucho de los demás, supongo que porque necesito que cuiden mucho de mi.

Ya a mis once años era una idealista, soñadora, e incluso reivindicativa y protestona. Recuerdo mi primera protesta formal, no fue nada importante, pero gracias a ello pudimos repetir el cucurucho de castañas en el patio del colegio. Un año, por alguna razón, no querían permitirnos ese honor, solo un cucurucho por alumno, y a mi me encantaban las castañas, así que con mi voz silenciosa se lo comenté a mi profesor, que aquello me parecía injusto, cuando estaba claro que había castañas de sobras, y entonces me dio la genial ideal de gritar “queremos repetir”. Yo y mi suave voz no gritamos muy fuertes, pero el rumor se fue extendiendo, y unos cuantos compañeros de clase con voz más ruidosa, empezaron a chillar: -queremos repetir- así la voz se extendió hasta que  toda la clase gritaba con la misma intensidad, y a ella se unían otras clases del mismo curso, luego diferentes cursos, y finalmente padres y profesores. Así que a partir de aquel año, se podía repetir cucurucho de castañas. Para mí, aquel pequeño acto fue algo que nunca olvidaré, y que marco mi existencia, mi voz se podía oír, aunque fuera a través de otros. 
A mis inocentes once años quería hacer algo nuevo, marcar la diferencia, sobretodo entre las mujeres.

En aquel entonces, me llevaba mejor con los niños de mi clase, mi relación con los hombres siempre fue buena, hasta que pasó de la amistad, luego se complico todo.

Mi hermano mayor siempre favoreció que creciera entre chicos y jugara a cosas de chicos, creo que incluso se puede decir que yo era un poco marimacho. 
Llevaba el pelo corto y odiaba las faldas a muerte, no consigo recordar el motivo de ese odio, supongo que a mi manera encontraba las faldas un símbolo machista. 

La rebelde feminista de mi interior afloraba con fuerza, en el mismo momento en que mi relación con los hombres era estupenda.

Año 1993: La primera pagina de mi primer diario, recordando lo bien que lo habíamos pasado en mi fiesta y lo que habíamos hecho. Cómo he podido olvidar mencionar cuando jugábamos al conejo de la suerte y me ponía colorada, cuando me elegían para darme un beso. Ya he contado que mi relación con los hombres era buena, sin mezclar ciertos temas. Suerte que era un inocente beso en la mejilla, pero claro, con el rollo de que era mi cumpleaños, todos los besos para mí, y qué vergüenza me daba.
Cuando releo esas líneas, cuando incluso observo esa letra de cuaderno de caligrafía, no puedo evitar que todo me parezca más fácil, aunque en su momento no lo era. Es todo un mundo quién le gusta a quién, o a quién le caes bien, o cómo van las notas, o qué profesores tendrás, etc.…  Cada época tiene su momento y, a veces, es imposible mirar al pasado y que nos parezca mejor, aunque creo que “mejor” no es la palabra. El pasado nos parece más sencillo, pero simplemente porque ya ha pasado. Siempre hago esta comparación, cuando recuerdo lo que me costó aprender a hacer ecuaciones de segundo grado, y luego me parecían tan simples, cuando ya aprendí. La vida es parecida, todo parece complicado, y cuando has aprendido de esa experiencia, cuando te has enfrentado al problema, todo parece de golpe muy sencillo. 

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