RELATOS BREVES
NUBES DE ALGODÓN
El olor es tan puro, es tan de campo, que si cierras los ojos sientes transportarte sobre campos de girasoles y trigos.
Y esas nubes, esas nubes blancas con esa forma tan bien dibujada y definida, que parecen hechas de algodón, y parecen tan pequeñas que puedes alcanzarlas con tus manos y ponerlas a tu antojo sobre el cielo azul.
Aquí todo es diferente, todo parece sacado de un cuento, parece no ser real, por su gran pureza. Aquí a 500 Km. de mi ciudad, aquí en Setiles.
Texto incluido en el libro "Cuentos par sonreír"
CHAPOTEAR EN UN CHARCO
Chapotear en un charco, chapotear
con libertad, con fuerza, con alegría, sentir que eres una niña inocente sin
prejuicios, al que no le importa el que dirán, al que la gente y la sociedad no
han perturbado con sus ideas. Y simplemente disfrutar, y saltar con un pequeño
bikini, o mejor aún sin ropa, sobre un charco de agua a la orilla del mar, y
ser feliz, sentirte feliz por sentir la brisa marina sobre tu piel, por sentir
el agua acariciando tus pies desnudos. El tiempo se detiene, nada importa, sólo
estas tú y tu pequeño charco.
Texto incluido en el libro "Más cuentos par sonreír"
EL HUERTO DEL TÍO SANTIAGO
Son las ocho de la tarde pasadas. Mi tío Santiago me
llama para ir a regar el huerto. Me explica que en Andalucía hace mucho calor y
que, por eso, no podemos regarlo antes de que caiga el sol. Yo llevo insistiendo más de dos horas, la
única manera de calmarme ha sido con el sabor de un dulce helado.
Al llegar al huerto, veo como mi tío pone en marcha
el sistema de riego, y el agua empieza a fluir, voy corriendo, descalza,
sintiendo la tierra mojada en mis pies, pero con el cuidado suficiente de no
pisar ninguna hortaliza. Voy hasta mi lugar favorito, cerca de las tomateras, y
empiezo a disfrutar de ese olor, que me recuerda ese sabor que tanto me gusta.
Cierro los ojos con fuerza, y dejo que el olor me invada, llega hasta mi
estómago, que empieza a protestar.
En ese momento mi tío, cierra el sistema de riego,
viene hacía mi lado y me coge de la mano. Una mano grande y fuerte, que está mojada y llena de tierra, que ensucia y moja mi manita diminuta, pero no me
importa. Es hora de abandonar el huerto y volver a casa, pero ese olor me
acompaña hasta la hora de cenar, cuando, por fin, hay tomates del huerto que
saborear.
Puedes solicitar la revista:
No hay comentarios:
Publicar un comentario